Agencia de Noticias UPB – Medellín. Durante mucho tiempo, en distintas partes del mundo se celebra el 31 de octubre y el 2 de noviembre sin conocer a profundidad su origen o significado. Por esto, los historiadores Ramón Maya y Claudia Avendaño, docentes de la UPB, realizaron un conversatorio en torno a temas como los caramelos, las brujas, el ajo o la cebolla y demás elementos que son característicos de estas festividades y que cargan en ellos un legado histórico de miles de años.
Para estos pueblos, el último día del mes de octubre significaba el fin del año. Una época fría y lúgubre donde la muerte se veía más cercana que nunca por el comienzo del invierno. Si bien en la actualidad seguimos un calendario solar y algunas prácticas del pasado ya no existen, los pensamientos sobre la muerte en la tierra siguen vigentes. Estas prácticas Celtas, según Claudia, tenían un carácter religioso que se fue transmitiendo e interpretando entre las diferentes culturas: “Lo que hacen es una especie de imbricación. Terminamos confundiéndonos y construyendo en común con lo que se hace del pasado”.
Estas construcciones permitieron tejer una mirada de la vida y la muerte como algo que siempre va a estar acompañando al ser humano. Pero, por otro lado, la cercanía con la muerte también impulsó al hombre a recordar a sus ancestros y sentir que seguían con ellos; a respetarlos y honrarlos porque son parte del origen.
Actualmente, la figura femenina más famosa del 31 de octubre es la bruja, aquella viejita con nariz puntiaguda, verrugas, pelo canoso, túnica negra, gato y escoba; un ser maligno al que nadie se debe acercar. Sin embargo, en la antigüedad, las mujeres, esas brujas, eran concebidas como el símbolo de la vida y la muerte.
Tal como lo explica la historiadora Claudia, los pueblos antiguos pensaban que la vida y la muerte eran dadas por el vientre de una mujer; todo nace del vientre de la tierra, de los animales o de las personas y al morir volverán a ese vientre de la madre tierra. “Era una condición donde las mujeres son las que van a invocar a los muertos porque su vientre los ha tenido y se considera que esa condición de dadoras de vida también puede conducir a los muertos”, enfatizó Claudia.
A través de las artes femeninas, fundamentalmente la cocina, las dadoras de vida lograban atraer a sus ancestros.
Las mujeres preparaban pan y bebida para saciar el hambre y la sed de los muertos, además de preparar postres con el relleno de las calabazas, aprovechando su cáscara para convertirlas en un farol y así guiar a los difuntos para encontrar su camino.
Las mujeres también fueron las encargadas de hacer famosos los alimentos como la cebolla, el jengibre y los ajos para ahuyentar a los fantasmas: colgaban estos alimentos de gran olor para espantar o tener retenidos a aquellos espectros que no eran deseados (y ya después la cultura convirtió esta tradición en un arma letal contra vampiros, brujas y hombres lobo). "Son las mujeres Celtas las que manejan el huerto, son las que cocinan, son las que dan la vida, son las que llaman ese 31 de octubre para que los muertos puedan descansar en paz. Sigue siendo la madre, la hermana y la hija que se preocupa por sus familiares, y por eso es noche de mujeres”, expresó Claudia Avendaño.
A pesar de los años que han pasado desde la conquista, hay ciertas tradiciones que México todavía conserva y lo que, según Claudia Avendaño, hacen de esta celebración tan distinta a la de los demás cristianos:
Toda la simbología que conocemos de la calabaza, la luna, la noche, los gatos, la comida y ese fenómeno del solsticio con días más cortos y noches más largas, si bien son la construcción de una tradición antigua, es importante resaltar que muchos de estos símbolos son utilizados por una cuestión de consumismo y que, según Claudia, carecen de sentido.
Pero entonces, ¿cómo llega este ritual? Tras una gran hambruna que recorría a Europa en el siglo XIX, varios irlandeses pobres se vieron obligados a viajar a las costas de Estados Unidos y llegaron con sus prácticas. Claudia Avendaño describió que la estética de la bruja se empezó a construir en torno al aspecto físico de una irlandesa pobre y vieja: ropa oscura, muy abrigada para el frío, pelo canoso y nariz puntiaguda. Estas mujeres, que por su edad se consideraban las más sabias, les enseñaban a los niños a respetar y continuar con sus tradiciones y, como premio por su buen comportamiento, les regalaban manzanas bañadas en caramelo.
Claudia explicó otros aspectos como que el color naranja es por la calabaza, y que el color negro está dado por las vestimentas de la mujer y de la oscuridad de la noche. Al final, son reminiscencia de muchos elementos antiguos que, a través de la tradición oral y las interpretaciones de las culturas, se han convertido en el tradicional día de brujas.
Por Laura Gómez Londoño. Agencia de Noticias UPB.
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