Agencia de Noticias UPB - Medellín. Compañía, imaginación, historia, libertad, encanto, reconocimiento a la buena literatura, a la buena escritura, a los buenos autores, eso es “Literatura para oír”, el programa de Radio Bolivariana que llegó a las mil emisiones.
Después de varios programas de “Una tertulia para la literatura” que tuvo muchos oyentes gracias a la calidad de los temas y a los invitados hasta que llegó a su final, Jorge Echavarría, entonces docente de la Universidad, le propuso a don Humberto Mesa, director de la emisora para esa época, la idea simple de compartir textos que tuvieran valor, que fueran amables a la escucha y que, a su juicio, le hubieran gustado.
Para ello se requería una voz impactante, que no aburriera al oyente y que fuera capaz de interpretar los textos de tal manera que engancharan. Así que se le entregó la tarea a Braulio Uribe, quien fuera estudiante de Comunicación Social de la Universidad. Así comenzó “Literatura para oír”, un programa que cada noche entre las 8:30 y las 9:00 mantiene conectados a los radioescuchas. “Braulio tuvo que volver a aprender a leer, porque leer literatura con la fluidez y la interpretación que se requiere, es comenzar otra vez”, afirma Henry Estrada, actual director de la Emisora, quien estuvo entre los candidatos para ser el locutor del programa.
Braulio hizo una juiciosa tarea de lectura que posicionó el programa entre los oyentes del AM, pero tuvo que retirarse cuando ya llevaba cerca de 20 programas grabados. Así que comenzó una nueva búsqueda de la voz que fuera capaz de interpretar a la perfección esos textos, seleccionados con mucho cuidado por Jorge Echavarría, quien desde el comienzo fue el productor.
Justo para la inauguración de la frecuencia de Radio Bolivariana en FM, llega Carlos Ignacio Cardona, otro estudiante de los primeros semestres de Comunicación Social. Braulio notó en él una cierta interpretación especial y le propuso que fuera su reemplazo. Poco a poco, le entregaba textos para que ensayara, hasta que un buen día le dijeron “vas al aire”. Según cuenta Nacho, “siempre me gustó leer. En mi familia hacíamos teatro con obras que mi mamá montaba, y yo le ayudaba a leer en voz alta mucha de la literatura en la que se apoyaba para el teatro”. Es como si se hubiera preparado desde siempre para estar en este programa.
Carlos Ignacio empezó cuando tenía 20 años. Después de otros 20 años al aire, su voz evolucionó y hoy hace una lectura más reposada, siempre asesorado por Jorge Echavarría, en la corrección de la interpretación y en las pronunciaciones de ciertas palabras. Ha evolucionado tanto, que muchos oyentes que lo conocen han preguntado si cambiaron de locutor, cuando escuchan la repetición de alguno de los primeros 200 programas que hizo.
Al principio los autores y textos eran “consagrados”, por así decirlo, “como el primero, que creo recordar, eran páginas de Herman Hesse”, dice Jorge Echavarría. Pero poco a poco, le ha apostado a voces nuevas y a otro tipo de textos, como los de los blogs, el ensayo, la crónica, los diarios y cartas o los microrrelatos, sin dejar de lado algo de la literatura clásica.
Como dice Carlos Ignacio, “si usted quiere saber qué es lo que hoy en día se está escribiendo, escuche Literatura para oír”. Por ejemplo, en cierta ocasión se leyó una traducción hecha por Jorge, de un cuento que se encontró en una revista de una aerolínea durante un viaje.
Los criterios de selección de las obras son varios, dice Jorge: “Que me haya sorprendido, de modo que me incite a compartirlo; que sea breve, que sorprenda, que cautive la escucha sin exigir mucho esfuerzo de concentración, que motive a buscar al autor o al tema; que abra nuevo interés por autores poco conocidos, que abarque géneros diversos de la escritura; que haga homenajes o tributos de tanto en tanto, a aniversarios o hechos sobresalientes del universo literario (…) textos de autores muy valiosos pero difíciles de hallar porque sus libros ya no se editan; u obras que permitan hacer programas ‘juguetones’ donde, alrededor de un tema, investigo y propongo varios ejemplos”.
Hubo una época en la que Jorge se retiró de la UPB y, por cuestiones de tiempo, fue Nacho quien hizo la selección. “Fue un gran reto porque la curaduría de Jorge no tiene igual. Escogía, textos de autores que en otro momento se habían leído, o textos de grandes escritores como Margarite Yourcenar, Saramago, Henry Miller, Giovanni Papini”, dice. También escoge la música que, aunque es muy poca, es vital para crear atmósferas y ambientes, para hacer pasos de un texto a otro, para anticipar cosas y subrayar emociones, siempre complementa la lectura de los textos.
En mil programas solamente se repitió texto una vez: “El último día de Séneca”, de Pablo Montoya, que en su momento se leyó como primicia y se repitió hace poco. “Uno encuentra muchas cosas en la relectura, lo leí totalmente distinto, con otra intencionalidad. Encontré que hoy soy otro, porque uno lee desde su realidad, por eso hay unos textos que te conmueven y otros que pasan como si nada hubieras leído”, afirma Nacho Cardona. Eso mismo les sucede a los oyentes, quienes, a pesar de escuchar emisiones repetidas durante la semana, descubren cosas nuevas en cada lectura, así hayan escuchado el estreno el lunes o el fin de semana. “Un oyente me dijo una vez: ‘cada programa es una continuidad de una emoción humana, es una exploración del ser humano’. Y tiene razón, es una práctica antropológica a través de la lectura y de la literatura”, afirma Henry Estrada.
La audiencia de Literatura para oír es muy variada. Se conoce por los correos y llamadas de respuesta. Muchos crecieron con el programa y crearon un hábito, no solo de escucha de la radio sino también de lectura. “Los oyentes son los cómplices porque uno trabaja para ellos. Además de ser un placer personal, me encanta pensar en que, determinada parte de la lectura, o una música, un final o una emoción, le llegará a alguien que está escuchando; a esas personas las tengo en la mente mientras leo. Prestarles la voz a esos autores y ser el puente con el oyente, para mí es la experiencia bella de la semana”, dice Nacho.
Hay oyentes en diferentes rincones del mundo, por ejemplo, una vez se reportó uno desde un campo petrolero en los lagos canadienses que dijo que esta era su conexión con Colombia. Muchos lo reciben como compañía en el viaje de regreso a casa, y otros, como los presos de Bellavista (a quienes la UPB les donó equipos para inaugurar su emisora interna) aseguran que escuchar la voz de Carlos Ignacio en Literatura para oír, era lo último que les permitían hacer en el día, y que eso significaba abrir una ventana para imaginarse muchas cosas.
O como dijo a Carlos Ignacio una oyente que fue curadora de cine para el Colombo Americano: “Nacho, vos nos hacés vivir la película. Literatura para oír es cine pero en radio”.
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