Agencia de Noticias UPB - Medellín. Desde 2014, la Facultad de Ingeniería Agroindustrial firmó un convenio con la Escuela Agrícola Panamericana, popularmente conocida como Zamorano. Esta alianza vincula a la UPB con una de las instituciones académicas latinoamericanas más fuertes en el sector.
Recién firmado el convenio, Valentina Maya, hoy egresada del programa de Ingeniería Agroindustrial, se interesó por salir de intercambio a otro país. Sin conocer mucho sobre las posibilidades que tenía, le expresó su deseo a Juan Carlos Palacio, director del programa. Valentina se convirtió en la primera estudiante en realizar la pasantía en Zamorano.
Desde la dirección del programa se gestionó su traspaso y al año siguiente viajó a Honduras para cursar un año en la institución. Al principio, para Valentina fue difícil llegar a otro país donde las costumbres y la manera de ver la formación académica son totalmente distintas. Más aun teniendo en cuenta que el campus de Zamorano se encuentra a 30 kilómetros de Tegucigalpa, la capital de este país.
Rodeado de zonas verdes y permeado de un ambiente campestre, Zamorano es una institución con casi 80 años de tradición. La escuela cuenta con cuatro carreras: Ciencia y producción agrícola, Ambiente y desarrollo, Agronegocios y Agroindustria Alimentaria. Esta última es la más ligada al programa de Ingeniería Agroindustrial que ofrece la UPB.
En sus instalaciones, la universidad cuenta con diversas plantas de producción agrícola en las que los estudiantes aplican los conocimientos aprendidos en las aulas. La premisa de esta escuela es muy clara, buscan que los zamoranos aprendan haciendo, como ellos mismos dicen, todo bajo la consigna de que El Trabajo lo Vence Todo.
Juan Carlos Palacio cuenta que la relación entre la UPB y Zamorano se empezó a consolidar en el 2013, mientras las dos universidades participaban de ExpoAgrofuturo. Allí el director de la Facultad de Ingeniería Agroindustrial expresó el deseo de firmar un convenio de movilidad y en 2014 ambas universidades lo pactaron. En un principio se estipuló que sería por cinco años, pero en 2019 se realizó una adenda de cinco años más.
El día de un Zamorano dentro del campus tiene un ritmo muy marcado. En las mañanas reciben los componentes teóricos, y tras cuatro horas de clase, pasan la tarde trabajando en los proyectos productivos de la universidad. Luego tienen dos horas de estudio y a las nueve de la noche deben ir a dormir a las pensiones. Valentina comenta que al principio esta rutina es difícil de asimilar teniendo en cuenta la forma en que se estudia en Colombia.
Valentina reconoce que el paso por Zamorano le ayudó a forjar una disciplina debido a la estricta formación que recibió, además, de forma jocosa cuenta que de no ser por este intercambio su graduación se hubiera postergado más. “Cuando volví mucha gente me decía que era una antes de irme y otra cuando regresé. Académicamente me ayudó a mejorar bastante”, cuenta Valentina.
Juan Carlos considera que realizar una pasantía en Zamorano es un valor agregado idóneo a las enseñanzas que se imparten en el programa de la UPB. Expone que el componente práctico en el sector agro brinda un aporte valioso a esa formación. “Básicamente es el complemento a un programa como Ingeniería Agroindustrial que es un muy fuerte en innovación, transformación, investigación y desarrollo de productos y procesos, y lo alimentamos con esas vivencias y experiencias que son propias del sector primario”, comenta el director.
Hasta ahora solo dos estudiantes han aplicado al convenio. Un año después de la experiencia de Valentina, Katalina Montalvo de la Ossa empezó la gestión, de la mano de la dirección de la facultad, para realizar su pasantía. Ella, quien en ese momento cursaba sexto semestre de Ingeniería Agroindustrial, emprendió su viaje a Honduras para vivir la experiencia Zamorano.
Respecto a esto Juan Carlos invita a aplicar al convenio, expone que de no ser por la relación entre Zamorano y la UPB sería mucho más difícil acceder a una de las universidades más fuertes de ese sector en América Latina. Además, reconoce la multiculturalidad que allí converge y que implica la posibilidad de conocer personas de muchas partes el mundo.
El claro ejemplo de esto es Katalina, quien después de terminar su formación académica y de desempeñarse en empresas del sector productivo y de distribución, empezó de la mano de su familia su propio proyecto en el municipio de Manzanares, Caldas, con un cultivo de aguacate y gulupa, proceso en el cual ha contado con la ayuda de profesores y colegas que le dejó su paso por Honduras.
“Muchos contactos que me dejó ese intercambio me han permitido hacer cosas. Yo llamo a amigos de varios países que están en el sector agro y les pido asesorías. Creo que para construir empresa ha sido un factor clave”, concluye.
Daniel Uribe Uribe - Agencia de Noticias UPB
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