Agencia de Noticias UPB - Medellín. ¿Quién no ha pensado en la muerte, lo mismo que en la vida después de la vida? El tema, tan amplio como fascinante, inspiró a Darío Gómez, el llamado “Rey” del despecho a escribir una de sus canciones más sonadas, Nadie es eterno, que en sus partes dice: “Todo lo acaban los años, dime ¿qué te llevas tú?, si con el tiempo no queda ni la tumba, ni la cruz”.
El cuerpo del cantante y compositor, fallecido el 26 de julio, reposa en el Parque Cementerio Campos de Paz, de Medellín, convertido en sitio de peregrinación por personas que quieren ofrendar un último adiós a quien fuera su ídolo y cuyo recuerdo perdurará por largo tiempo. Muchos ya reconocen el lugar mientras otros se encuentran de entrada con una escultura majestuosa de 16 metros, “El hombre en busca de paz”, obra del maestro Jorge Marín Vieco instalada en 1972 y quien compartirá espacio con el artista.
Es en ese contexto el camposanto deja de ser un punto de encuentro con la muerte para convertirse en un espacio de interacción donde los vivos hacen remembranza de personas y tiempos idos, para concluir que el ser humano comparte un final similar.
Para Diego Bernal, docente del Programa de Historia de la Universidad Pontificia Bolivariana, “los cementerios son un espacio de memoria y este, en particular, con sus 12 hectáreas y más de 20.000 mil fosas, conecta de manera extraordinaria con la historia de la capital antioqueña”.
No es lo mismo el duelo de una familia que el de todo un colectivo de seguidores; tampoco guardan relación las despedidas a quienes han dejado una mala imagen, comparadas con aquellos que de algún modo se convirtieron en modelos dignos de admiración y respeto.
Por eso, hace referencia a las estéticas que se conservan en los cementerios, cómo han evolucionado con el paso de los años y cómo, entre otras cosas, se construyen narrativas a partir de quienes han muerto, llámense héroes de la patria, líderes comunales o políticos, deportistas, actores del narcotráfico, entre otros. Cada uno es una historia y entre todos han ayudado a construir una cotidianidad que puede y debe ser contada.
“Los referentes siempre van cambiando”, manifiesta indicando cómo en Campos de paz comenzaron a diseñar rutas que de algún modo facilitan asimilar el pasado.
Una de esas rutas es in memoriam, que surge con el deseo de llevar a cabo una reconstrucción histórica, acoge la valoración patrimonial y ejerce una activación cultural del parque cementerio; “es una ruta conectada con todo lo que es el cementerio, porque la muerte nos une”, expresa indicando cómo recién crearon otra propuesta con base en el 19 de julio, día de todos los militares y policías caídos en cumplimiento de su deber.
Otra ruta no menos significativa es la de Derechos Humanos, también está en curso una de tipo ambiental y una vez inaugurada la del Arte.
De palabras, historias sin fin y personajes está colmado el camposanto, allá no hay “Ni ángeles ni perros”, como se denomina el semillero de investigación que lidera el profesor Diego Bernal, quien desde esa perspectiva enaltece la muerte.
En términos más musicales, tomados de la canción Descansaré cuando muera, de Darío Gómez, queda un grato mensaje que bien aplica para todos los muertos: “Yo nada me llevaré, todo lo dejo en la tierra, y solo descansaré el día que yo me muera”. Así, mientras ellos descansan en el camposanto, los vivos están en libertad de tomar su legado y hacer de sus historias un tributo al patrimonio fúnebre.
Por: Sara Sofía Olarte Losada - Agencia de Noticias UPB
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