Repensando la migración venezolana en Colombia

 
migracion venezolana

Colombia recibió súbitamente más de un millón y medio de venezolanos que han huido de la crisis humanitaria de su país. Caracterizado por ser expulsor de migrantes, de repente Colombia se convirtió en receptor neto y en el epicentro del éxodo venezolano. Su impacto constituye la migración más grande y vertiginosa en América Latina y la segunda crisis migratoria mundial después de la de Siria, pero con una ayuda internacional todavía insuficiente para asistir a los más vulnerables.

Algunos ciudadanos y políticos han manifestado preocupaciones por los efectos negativos que pueda traer la migración venezolana y algunos hasta preferirían que se cierre la frontera. Se teme que aumente el desempleo y la delincuencia en el país. Sin embargo, es necesario partir de claridades históricas, económicas y geográficas para participar adecuadamente de este debate nacional.

Algunos factores de la migración venezolana en Colombia

 
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Primero, Colombia tiene una deuda histórica con la sociedad venezolana. El boom petrolero del país vecino en la segunda mitad del siglo XX hizo que años atrás colombianos emigraran a Venezuela en cantidades muy similares a las del flujo actual.

El hecho de que hubieran sido acogidos por los venezolanos multiplica las razones para que los colombianos devuelvan ahora el gesto.

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Segundo, el efecto neto de la migración venezolana es positivo para la  economía  colombiana. No sólo los venezolanos aumentan la mano de obra disponible y la energía emprendedora sino también la demanda agregada y el recaudo fiscal. En efecto, la migración venezolana siempre coincidió con un crecimiento económico saludable hasta la llegada de la crisis del Covid.

 

Según migración Colombia, en este país el 44% de los venezolanos, cerca de 800 mil, estarían de forma regular, mientas que el restante, un poco más de un millón 25 mil, estarían de forma irregular.

 

Tercero, Colombia y Venezuela comparten una  frontera porosa de más de 2.200 kilómetros por la cual es muy fácil transitar de un lado al otro. Por más que un gobierno quisiera controlar el tránsito en la frontera es virtualmente imposible hacerlo en toda su extensión. Colombia y Venezuela son dos países siameses con destinos compartidos, en los que siempre habrá flujos migratorios importantes ante desempeños económicos muy diferenciados.

Cerrar la frontera no es entonces una alternativa y sólo serviría para aumentar la vulnerabilidad de los migrantes.La respuesta de los colombianos por ende no debe ser el temor y la xenofobia ante la calamidad de la sociedad venezolana sino la comprensión, la gestión y la solidaridad, para que se aprovechen las oportunidades económicas que trae la migración al tiempo que los venezolanos encuentran en el país un nuevo hogar donde prosperar.

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