Las sociedades que han experimentado graves y recientes acontecimientos traumáticos y se encuentran inmersas en complejos procesos transicionales, como es el caso de Colombia, necesitan establecer las condiciones para hacer justicia a las víctimas y lograr la reconciliación. Ambas cosas son inseparables, pues sin justicia y reparación no es posible encarar el futuro; pero tampoco sin perdón. Para lograrlo, es indispensable recordar lo sucedido.
Pero no basta con asumir acríticamente las memorias oficiales hegemónicas. La justicia y la reconciliación precisan una representación del pasado que evite posiciones ideológicas únicas, doctrinas y unilateralidad. Por eso, es necesaria una que sea plural, capaz de establecer continuidades intergeneracionales, pero sin imponer una visión única del pasado. Es preciso, entonces, interrogarse acerca de qué, quién y cómo mostrar las experiencias.
La representación del pasado es una praxis compleja que pone en juego múltiples recursos y agentes. Como sabemos, esta es una de las instituciones trascendentales de las sociedades modernas, esencial para la constitución de la unidad política y lo que ello implica: la formación e identificación de la voluntad general de un pueblo.
Hoy asistimos a una crisis de la institución tradicional de la representación. O, cuanto menos, a una proliferación de testimonios de desafección hacia los representantes tradicionales. Basta recordar las numerosas manifestaciones que han ocupado las calles, tanto de Europa como de Iberoamérica, desde finales de la primera década de este siglo y hasta hoy mismo. Aun con motivaciones y modos diversos, todas ellas parecen converger en la convicción de que se anhela una democracia verdadera y de que los políticos que ejercen la representación no nos representan o nos representan deficientemente.
Las manifestaciones no deben ser uniformes, sino estar en condiciones de confrontarse entre sí de forma democrática.
Por fortuna, las instancias de representación que posee una sociedad son múltiples y de diversa naturaleza. Hay muchos dispositivos que articulan y recogen las experiencias y contribuyen a la constitución de la identidad colectiva. Junto a los clásicos dispositivos de representación gubernamental, existen otros que también ayudan a conformar la unidad política. Es posible remitirlos a las esferas de la religión, la ciencia, el mercado, la moral, el deporte, las asociaciones civiles, el arte.
El arte es un ámbito de sentido y de acción especialmente idóneo para representar las experiencias y, en esta medida, contribuir a forjar identidad común. En concreto, es una mediación excelente para conmemorar el pasado violento y contribuir a los procesos de justicia transicional. Ello demuestra su dimensión política.
El arte, que no se reduce a mera exhortación ideológica o moralista, sino que modifica y enriquece nuestras formas de mirar y de estar, es insustituible en los procesos de justicia transicional en contextos postraumáticos, y lo que ello implica: en el rol de representación del pasado (que es una forma de justicia per se), de constitución de continuidad intergeneracional y de contribución a la reconciliación social, evitando tanto la amnesia o la complacencia con las memorias hegemónicas oficiales, como la moralización o adoctrinamiento partidista o la pasividad del duelo melancólico.
Por todo ello, la obra de arte puede ser, a la vez, una institución de representación y un factor de justicia y de reconciliación. Así lo evidencian los resultados obtenidos, hasta ahora, en el proyecto Marcos de representación del conflicto, el delito y la no-violencia con el Grupo de Investigación sobre Estudios Críticos de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Comparto en este video algunas posturas sobre el rol de las universidades en contextos de conflicto y justicia transicional.
Fotografías: Archivo de la Revista Universitas Científica. Autores referenciados en el vol. XV N°1 del 2012.
Nota aclaratoria
Este texto compromete la opinión del autor que lo realiza; este no refleja necesariamente la posición del equipo de Divulgación Científica, la Vicerrectoría de Investigación Multicampus o de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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