En la literatura, como en otros aspectos de la vida, encontramos ciertas conexiones. Todos tenemos derecho a hallar, donde mejor nos plazca, la voz que nos devuelve nuestra propia voz. Esto quiere decir que, con o sin herramientas teóricas, los lectores cooperamos con el texto, nos dejamos llevar por él y participamos de un proceso de desvelamiento de nosotros mismos.
Todos los textos demandan del lector una relación de complemento para desarrollar su potencial significativo. Es por eso que no se le debe llamar buen lector a quien le gusta Cervantes y malo a quien disfruta las palabras de Paulo Coelho. No se puede hablar de buenos o malos, sino de sujetos que asumen la tarea de enfrentarse a la obra con la claridad de que están solos en esa misión.
El creador escribe por la necesidad de expresar algo, no con la intención de que el otro asuma su misma postura y detecte las mismas cosas. Es claro que, como lo indicó el filósofo francés Paul Ricoeur, en el acto de la lectura y la escritura hay una doble muerte u ocultamiento: el lector no está presente en el proceso de escritura y el autor no acompaña la lectura. ¿Qué queda para los dos? La soledad del texto. El lector queda a solas para tratar de defenderse frente a lo que allí se expresa, llegar hasta el final y hacerlo parte de su mundo o abandonarlo, si se quiere.
Tomado de Giphy
En últimas, cuando se lee un libro, así como cuando se escucha una canción o nos enfrentamos a cualquier experiencia estética, buscamos entender qué nos dice. En ese sentido, el placer hermenéutico de la lectura nos invita a interesarnos por los signos internos, la verosimilitud, la construcción de los personajes, entre otros, y tratar de seguir, como en el cuento de Hansel y Gretel, las migas de pan, es decir, la estructura narrativa que dejó el autor ausente. Pero no se trata de un disfrute simplista, al contrario, hablamos de un trabajo esforzado, lento, pausado y rumiante que enfrente al texto con nuestro mundo.
Ese primer esfuerzo, en términos de la hermenéutica de Ricoeur, se llama explicar: entender los resortes y engranajes internos de la obra; por qué el personaje piensa de una u otra manera o hace lo que hace. Identificar si se nos dio una pista, que no sea un accesorio, sino que se logre el anclaje con la resolución del relato.
El segundo momento es la interpretación. Esta acción no nos hace más eruditos ni cumple con el objetivo de ayudarnos a recordar. Muchas cosas de las que vemos, escuchamos y leemos se olvidan. Lo que sí logra la interpretación es sedimentar un material con el que podemos fabricar, a partir del recuerdo, una nueva dimensión. También lo indicó Ricoeur, uno interpreta para comprenderse mejor a sí mismo.
¿Por qué subrayamos ciertas palabras o fragmentos en los textos? ¿Qué se encuentra ahí que nos lleva a destacarlo y convertirlo en una isla dentro de ese universo narrativo?
Si hay lágrimas cuando muere el protagonista es porque, finalmente, no se está hablando de él, sino de la vida misma. Leer es un acto de reconocimiento de nuestra humanidad en el mundo y, además, lo incluye todo, desde las bajezas que nos habitan hasta lo más sublime que podamos tener o alcanzar.
En eso se resume el ejercicio hermenéutico de la lectura, que, en definitiva, no tiene que hacerlo un profesional, lo hace cualquiera que se enfrenta a la tarea de leer, y que puede resolverse con expresiones sencillas como “me encantó” o “no me gustó”, sin más detalles. El análisis hermenéutico y la narratología nos permiten disfrutar del despiece del relato y encontrar allí claves que pueden asociarse con nuestra realidad y el conocimiento de la sociedad.
Así, ambos procesos, explicar e interpretar, son fundamentales en el análisis hermenéutico para alcanzar la comprensión y el placer por lo que se lee. Borges, en el documental Borges para millones del director Ricardo Wullicher, hablaba de un lector hedónico que busca la felicidad en la lectura y, a manera de consejo, decía:
Sobre estas ideas profundizo en el artículo Aproximación hermenéutica al cuento “Embargo” de José Saramago, publicado en el vol. 29, N°. 63 de la revista Escritos de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la UPB. Si este es un tema de su interés, lo invito a consultarlo.
Ilustración portada: Luis Fernando Torres Pulgarín
Nota aclaratoria
Este texto compromete la opinión del autor que lo realiza; este no refleja necesariamente la posición del equipo de Divulgación Científica, la Vicerrectoría de Investigación Multicampus o de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Conoce la trayectoria académica del autor
Por: Alfonso Galindo Hervás
7 jun. 2022
Por: María Isabel Cardona López
27 may. 2022
Por: Mario Taddei
17 ene. 2020
Resolución 020198 del 31 de octubre de 2024 por un periodo de 8 años
Universidad sujeta a inspección y vigilancia por el Ministerio de Educación Nacional.
Otorgado por el Ministerio de Educación Nacional. Nit UPB: 890.902.922-6. Todos los derechos reservados