"También al fútbol lo atacó el bacilo de la eficacia y hay quien se atreve a preguntar para qué sirve jugar bien. Resulta tentador contar que un día osaron preguntarle a Borges para qué sirve la poesía y contestó con más preguntas: ¿Para qué sirve un amanecer? ¿Para qué sirven las caricias? ¿Para qué sirve el olor del café? Cada pregunta sonaba como una sentencia: sirve para el placer, para la emoción, para vivir". Jorge Valdano.
Es imposible no hacer alusión a este inusitado e inédito encierro al que nos confinó un enemigo invisible que le ganó la guerra a la guerra: hasta los ejércitos entraron en tregua porque apareció un contrincante más avasallador. Como diría Eduardo Galeano, este mundo quedó “patas arriba”, es decir, este enemigo pandémico transformó, al menos por un tiempo, todo: rituales, creencias, religiones, políticas, estudios, juegos, medicina, convivencia, saludos, psicosis, guerra, en fin. Llegó, se instaló y nos puso a reinventarnos.
Sabemos que la guerra hizo cancelar dos torneos orbitales y varias justas olímpicas. La guerra, siempre la guerra, esa que nace con el hombre y que sigue ahí, agazapada, tímida, a la sombra porque le llegó un virus peor que ella misma.
El fútbol se paralizó en 1938 y en 1942. No hubo tregua y punto. Todos salieron perdiendo. Pero el juego seguía su rumbo en otras latitudes, es decir, continuaron los torneos en los cinco continentes. La diferencia es que esta infección detuvo el mundo y, por ende, al fútbol, con pequeñas excepciones en dos o tres países. Hay narraciones que dicen que un domingo sin este deporte apasionante y antinatural (es el único que se juega con los pies) es un suicidio en diferido.
¿Qué estarán haciendo hoy los hinchas, los jugadores, árbitros, técnicos, medios de comunicación? Se oyen voces que despotrican del fútbol, no por el juego mismo, sino porque lo desnaturalizaron agentes externos como la política, la publicidad y el marketing, es decir, se hacen comparaciones entre lo que se gana un futbolista y lo que se ganan médicos y docentes, por ejemplo; este deporte se metió en el primer renglón de las economías mundiales, pero no por el juego-arte, sino porque se llenó de intereses ajenos: apuestas, transacciones inverosímiles de jugadores, de camisetas, es decir, jugadores que parecen vallas publicitarias.
Podemos vivir sin este deporte porque se puede vivir sin el espectáculo y el show comercial y mediático en el que se ha convertido, pero no podemos vivir sin el juego porque el fútbol-arte ayuda a atenuar el dolor de existir, como una recochita callejera.
Conoce la Maestria en Literatura Virtual
Hoy la invitación es para que se dejen acompañar de los textos que nos llevan a descubrir otra parte del fútbol, de la mano de: Casciari, Sacheri, Reguero, Juan Tallón, Villoro, Galeano, Adrian Vogel, Gonzalo Medina, Beatriz Vélez, Ronald Reng, Ángel Cappa, Santiago Segurola, Héctor Onésime, Ariel Scher, Minguella, Víctor Cervantes, Humberto Salerno, Wernicke, Ricardo Gotta, Javier Marías y Vásquez Montalbán:
Ronald Reng, amigo del guardameta, reconstruye minuciosamente la vida del portero y narra con elegancia y rigor la tragedia de un joven que luchó para poder hacerse un lugar entre la élite mundial de este deporte extraño pero apasionante.
Hay que leer fútbol y advertir la presencia de las caricias y el olor del café. Preguntar por la poesía y el fútbol.
Mira el siguiente video para entender más sobre este fenómeno:
Resolución 020198 del 31 de octubre de 2024 por un periodo de 8 años
Universidad sujeta a inspección y vigilancia por el Ministerio de Educación Nacional.
Otorgado por el Ministerio de Educación Nacional. Nit UPB: 890.902.922-6. Todos los derechos reservados