Colombia avanza en la transición energética, que se proyecta al 2030, para alcanzar la reducción en un 20% de las emisiones contaminantes, según lo pactado ante la COP21. En ese camino, las universidades contribuyen de manera activa desde la consolidación de la alianza investigativa Energética 2030 del programa Colombia Científica. Ahora bien, este reto no depende exclusivamente de la academia o entes gubernamentales; la ciudadanía y sus prácticas de consumo juegan un papel fundamental para la transformación esperada.
En esta entrevista, Ana Cecilia Escudero Atehortúa , Vicerrectora de Investigación Multicampus de la UPB, nos cuenta sobre el programa Energética 2030 y su pertinencia para el país, además de los actuales retos energéticos y sobre cómo, desde el proyecto que dirige, pretenden conocer cómo se puede transformar el comportamiento de los consumidores de cara a tener unas mejores y más precisas proyecciones para brindar seguridad energética en Colombia.
En el programa Energética 2030 lidera el proyecto número uno: Transformación del consumidor hacia una respuesta activa de la demanda al horizonte 2030.
¿Por qué Colombia tiene un factor de vulnerabilidad especial frente al cambio climático?
Un ejemplo es lo que ha sucedido con el régimen de lluvias: el cambio climático ha hecho que no solo en términos de duración, sino también de intensidad se alteren las condiciones que eran estables. Había una temporada de lluvias, sabíamos más o menos cuánto iba a llover y, a partir de eso, se proyectaba cómo iba a ser la generación de energía y si se iba a necesitar algún respaldo. Pero cada vez esto es menos predecible, entonces, si hay sequía, el nivel de los embalses va a disminuir y se va a afectar ese 70% de la matriz.
Por cosas como esa es que se da un riesgo alto y se hace necesario diversificar los recursos. Y el tema va más allá de lo eléctrico, pues el programa aborda varios tipos de energéticos. El gas, por ejemplo, no ha tenido últimamente producciones altas en el país, y mucha industria depende de ello, entonces se exploran alternativas como la producción de hidrógeno o la gasificación de biomasa. Igual sucede en la movilidad y el uso de algunos combustibles como el diésel versus la movilidad eléctrica.
Teniendo en cuenta esto, ¿cuál es la relevancia de abordar la transformación del consumidor?
Entonces, estos nuevos roles de quienes consumen hacen que sea clave un proyecto dedicado a este tema en el marco de Energética 2030. Entre estos actores, ¿hay algunos que tengan más peso en el consumo y en la generación?
Efectivamente, y por eso su caracterización es relevante, para dimensionar no solo las cantidades, sino los tipos de energético que consumen y su comportamiento en el tiempo. El sector industrial y de transporte son los más fuertes en el consumo, pero en Colombia se han dado instrumentos para que crezca la participación y que no solo se concentre en los grandes consumidores. En urbanizaciones, clubes, centros comerciales y hoteles se instalan, por ejemplo, sistemas de paneles solares u otros medios de generación, sin tener que ser las empresas más grandes consumidoras. Ese paradigma se derrumbó. Todos, independientemente del tamaño y la ubicación geográfica, hoy tienen el potencial de participar de manera activa en el sector y lo están haciendo.
¿De qué se trata Energética 2030 y por qué es importante para el país?
Energética 2030 es una alianza que se ocupa de diferentes frentes en relación con la transición de energías en Colombia para el año 2030, liderada por la Universidad Nacional de Colombia en la que, además, participan ocho universidades, entre ellas la UPB, y tres empresas. Es financiada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, en el marco de Colombia Científica. Y, precisamente por ser la transición energética un tema que no se puede ver desde una sola perspectiva, está integrado por 11 proyectos que abordan varios frentes desde lo técnico, político, tecnológico, de mercados e, incluso, de apropiación social del conocimiento.
Es importante para Colombia porque todas las proyecciones nos indican que vamos a tener un incremento en la demanda, entonces se hace necesario tener unos planes claros y estructurados de cómo afrontarlo. En Colombia, la matriz energética, que indica las proporciones de los recursos a partir de los cuales se obtiene la energía, es esencialmente limpia, dado que alrededor de un 70% proviene de fuentes hídricas renovables y un 30% de origen térmico, es decir, de combustibles fósiles. Pero, a la vez, somos muy vulnerables a las consecuencias del cambio climático, y la alteración en los patrones naturales puede afectar que garanticemos la demanda. De ahí que la incorporación de otras fuentes cobre relevancia, y a eso se dedica en parte el programa.
Los objetivos del proyecto van desde la caracterización y diagnóstico de los consumidores, hasta una proyección de capacidades y generación de oportunidades de mejora y competitividad. ¿En cuáles se han logrado avances hasta el momento?
Lo primero que se hizo fue el inventario de quiénes tenían autogeneración o utilizaban tecnologías alternativas, y nos dimos cuenta que había un subregistro al comparar los registros oficiales y lo que reportaban las empresas que implementan estos proyectos. Es decir, la información recolectada mostraba para 2019 que era más grande la cantidad de instalaciones que las que se reportaba en las bases de datos del país, quizás por la tendencia a solo fijarse en las apuestas grandes, pero la suma de las pequeñas tiene un peso importante.
Por otro lado, se ve que la intervención del Estado con incentivos desde lo tributario, o préstamos a bajas tasas para estos proyectos de energías renovables o eficiencia energética, en definitiva, es un dinamizador y tiene una respuesta por parte del mercado. En general, se ha identificado que puede haber mayor precisión de los datos que se tiene de los usuarios para hacer unas mejores proyecciones.
Actualmente, estamos en el componente del proyecto que comprende el fortalecimiento de capacidades de las universidades aliadas no acreditadas, que en este caso son la Universidad de La Guajira, la Francisco de Paula Santander, la Universidad de Sucre y la Corporación Universitaria del Caribe – CECAR, para propiciar la transferencia de nuestras capacidades de cara a que se enriquezcan sus líneas de investigación. Igualmente, en esta fase trabajamos con el sector productivo. Empresas de esas regiones con las que se hace un asesoramiento en temas energéticos, de la mano de esas universidades, con miras a dejar capacidades instaladas.
Para esto, hemos diseñado y realizado un curso de gestores energéticos que permitió formar a más de 40 gestores en lo básico y desde lo práctico para que cuando se quieran implementar medidas de eficiencia y gestión energética, se tengan las herramientas para hacerlo y replicarlo en sus regiones.
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Hemos hablado de los beneficios desde lo macro. ¿Qué ventajas podría tener un usuario particular de lo que se trabaja en el proyecto?
En general, lo más importante es la posibilidad de brindar herramientas para tomar mejores decisiones al proyectar los escenarios energéticos, tener la garantía de que en el país habrá suministro de energía confiable, limpia y con sostenibilidad en el largo plazo. Claramente esto no depende solo del programa, sino también de otros actores, pero la idea es garantizar a todos los ciudadanos la seguridad energética, darles los elementos para que eso sea posible.
¿Cuál ha sido puntualmente el rol de la UPB en el programa Energética 2030?
Cuando el equipo de trabajo multidisciplinario se empezó a formar, la UPB siempre estuvo presente desde la formulación, y eso hace que nosotros participemos prácticamente en todos los proyectos con investigadores, estudiantes, equipo técnico y demás. Ahora bien, aunque el programa tiene todo un enfoque tecnológico y científico, no podemos perder de vista que el objetivo es el fortalecimiento institucional, entonces cuando se tiene la posibilidad de compartir experiencias, aprendizaje y buenas prácticas entre tantos actores, dejamos de ser investigadores aislados y ya nos sentimos como una alianza, de verdad un trabajo en red.
En definitiva, y como puede concluirse luego de esta entrevista, la transición energética es una apuesta de país que se fortalece mediante la investigación y, al mismo tiempo, se consolida a partir de políticas como la ley 1715 de 2014, que busca promover el desarrollo y la utilización de las fuentes no convencionales de energía, principalmente aquellas de carácter renovable, en el sistema energético nacional, mediante su integración al mercado eléctrico, su participación en las Zonas No Interconectadas y en otros usos energéticos, de acuerdo con el Ministerio de Minas y Energía, y la Unidad de Planeación Minero Energética. Y, más recientemente, la ley 2099 de 2021 .
La UPB es líder de dos proyectos de Energética 2030:
Visita el sitio oficial de Energética 2030
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