En el vasto campo global, la dinámica de desarrollo se asemeja a un partido de fútbol de proporciones épicas. En un extremo, se encuentran los equipos consolidados, y que ya han alcanzado la cima del progreso. En el otro extremo, equipos emergentes que se abren paso en un terreno sin explorar, ansiosos por alcanzar el mismo estatus. Pareciera que el mundo se divide en estos dos campos, cada uno persiguiendo el sueño de la victoria, pero ¿existe una tercera opción? ¿Podría existir un juego diferente, una estrategia innovadora para todos?
Para muchos no parece existir otra posibilidad, o se está en el equipo consolidado que tiene cumplida la meta o en el que está abriendo trocha a la mitad de un camino que nunca antes fue transitado, pero del que se asegura ser la única vía para alcanzar las mieles del progreso.
La promesa de fondo es que dicha clasificación de países se acabará cuando los países del desarrollo incompleto se esfuercen lo suficiente por ser como los países que ya están desarrollados. Una vez se logre este cometido se tendrá garantizado el bienestar global y para ello los más avanzados se comprometen a ayudar estableciendo las reglas básicas del juego:
En este lenguaje se podría decir que lo primero fue definir los árbitros. Se trata de los fondos de financiación internacional como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional que están llamados a determinar si los países están o no cumpliendo las reglas y si pueden seguir haciendo parte del juego.
Para medir dicho cumplimiento, es decir, la puntuación del juego, se establecen pautas como las del Consenso de Washington y objetivos globales como los inicialmente llamados “Objetivos de Desarrollo del Milenio” y que al vencerse el plazo para su cumplimiento fueron actualizados a los llamados “Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
En relación con los entrenamientos de los capitanes de cada equipo local se determina que deben realizarse en los campos de juego de los países desarrollados. No importa cuán diferentes sean de sus territorios, si aprenden a seguir todas las rutinas de ejercicio físico y mental se espera que al final todas las canchas de juego sean iguales.
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El equipamiento deportivo está contenido en las legislaciones de cada país y es diferenciado por niveles de juego: los países más fuertes deben usar equipos más resistentes, de materiales rígidos e invulnerables puesto que su capacidad de juego les permite correr mayor riesgo; mientras que los países de desarrollo incompleto deben invertir en equipamientos más flexibles o suaves que les permitan movimientos rápidos y acomodaticios más que protección.
En este juego global, después de incontables tiempos extra y una competencia feroz, la brecha persiste. Sin embargo, como en cualquier partido legendario, las lecciones aprendidas sobre el terreno de juego pueden ser la clave para trazar nuevos senderos. Tal vez, es hora de reconsiderar las reglas establecidas y buscar alternativas al desarrollo que no solo equilibren el marcador, sino que promuevan un juego sostenible y equitativo para todos los equipos en este estadio llamado Tierra. ¿Estamos listos para cambiar el guion del juego y crear una narrativa que trascienda las divisiones existentes? La respuesta podría yacer en el pasado, en las lecciones aprendidas, guiándonos hacia un futuro donde cada país, independientemente de su estatus, pueda marcar goles de progreso sin dejar atrás a nadie.
Por: María Botero Mesa.
Estudiante Maestría en Desarollo UPB y miembro de Grupo Estudio Ecología Política UPB (para el de alternativas al desarrollo).
Integrante del Grupo de Estudio en Ecología Política y Justicia Hídrica de la UPB
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